Fusión Literaria

¿Qué signo haces, oh Cisne, con tu encorvado cuello
al paso de los tristes y errantes soñadores?
¿Por qué tan silencioso de ser blanco y ser bello,
tiránico a las aguas e impasible a las flores?

Yo te saludo ahora como en versos latinos
te saludara antaño Publio Ovidio Nasón.
Los mismos ruiseñores cantan los mismos trinos,
y en diferentes lenguas es la misma canción.

A vosotros mi lengua no debe ser extraña.
A Garcilaso visteis, acaso, alguna vez…
Soy un hijo de América, soy un nieto de España…
Quevedo pudo hablaros en verso en Aranjuez…

Cisnes, los abanicos de vuestras alas frescas
den a las frentes pálidas sus caricias más puras
y alejen vuestras blancas figuras pintorescas
de nuestras mentes tristes las ideas oscuras.

Brumas septentrionales nos llenan de tristezas,
se mueren nuestras rosas, se agotan nuestras palmas,
casi no hay ilusiones para nuestras cabezas,
y somos los mendigos de nuestras pobres almas.

Nos predican la guerra con águilas feroces,
gerifaltes de antaño revienen a los puños,
mas no brillan las glorias de las antiguas hoces,
ni hay Rodrigos ni Jaimes, ni hay Alfonsos ni Nuños.

Faltos del alimento que dan las grandes cosas,
¿qué haremos los poetas sino buscar tus lagos?
A falta de laureles son muy dulces las rosas,
y a falta de victorias busquemos los halagos.

La América española como la España entera
fija está en el Oriente de su fatal destino;
yo interrogo a la Esfinge que el porvenir espera
con la interrogación de tu cuello divino.

¿Seremos entregados a los bárbaros fieros?
¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés?
¿Ya no hay nobles hidalgos ni bravos caballeros?
¿Callaremos ahora para llorar después?

He lanzado mi grito, Cisnes, entre vosotros
que habéis sido los fieles en la desilusión,
mientras siento una fuga de americanos potros
y el estertor postrero de un caduco león…

…Y un cisne negro dijo: «La noche anuncia el día».
Y uno blanco: «¡La aurora es inmortal! ¡La aurora
es inmortal!» ¡Oh tierras de sol y de armonía,
aún guarda la Esperanza la caja de Pandora!

                                                              «Los Cisnes», Rubén Darío,Cantos de vida y esperanza, 1905

La quiero

Desde hace tiempo quise adentrarme en la literatura más profundamente. En la rima. Esa que hace que te alivie el desamor, rías la muerte y temas, dichoso, seguir viviendo. ¿O era al revés? La cordura nunca ha sido una cualidad propia de los poetas, lo he percibido así.

Nunca he entendido muy bien la poesía, pero jamás supuso un rechazo, de hecho, creo que por eso, por esa falta de cordura, la empiezo a amar locamente. Cuestión de edad, no sé. Me estoy desviando del tema y dudo que te interese saber si me importa o no la poesía, el barça perdió ayer y no estarás para boberías.

Anoche leía Los Cisnes de Rubén Darío. En él,  temeroso, el autor ve como los anglosajones predican su superioridad y amenazan Cuba entre otras tierras allá por 1895. Ayer sentí miedo de verdad. El mismo terror que viví de pequeño cuando estaba solo en la cama y escuchaba un ruido extraño.

En el siglo XXI tengo el mismo temor que Darío en el XIX. Por orígenes diferentes, pero por la misma causa. Lo anglosajón nos acorrala día tras día en el mundo globalizado y cool de hoy. No me molesta para nada el idioma, al contrario, envidio su capacidad de extenderse y dejar anonadados a pobres desgraciados con fuertes complejos en flor. Para que te hagas una idea, es como si la liga inglesa dominase el sector del fútbol actual. ¿Seremos entregados a los bárbaros fieros? ¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés? ¿Ya no hay nobles hidalgos ni bravos caballeros? ¿Callaremos ahora para llorar después? Espero no llorar. Estamos con falta de hidalgos sabios como Quijote. Necesitamos amantes como Bécquer. Creadores de versos tristes y predicadores de paz como  Neruda. Quiero prosa. Necesito dramas de Lorca. Necesito amantes de una lengua hermosa.

Por Francisco Javier Lorenzo Afonso, 2º Bachillerato Ciencias, curso 2016-2017